diumenge, 24 de maig del 2009

Ritos de paso: La muerte. Roma I

La muerte es el rito de paso por excelencia, el que más llena de incertidumbre al hombre, en la medida en que éste desconoce el resultado de la transformación que supone. La muerte ha sido y es un misterio difícil de asimilar frente al cual las reacciones del ser humano son tan variadas como imprevisibles (Vida religiosa en la antigua Roma, Xavier Espluga; Mónica Miró i Vinaixa. Ed. UOC, pág. 80)

En efecto, tal y como dicen los autores del libro Vida religiosa en la antigua Roma, la muerte es el rito de paso por excelencia y es también el último. Pero, como ellos siguen apuntando, la pragmática religión romana no se planteaba el tema de la muerte como una pregunta metafísica a la que hubiese que encontrar respuesta, sino que se limitaba a prescribir una serie de prácticas rituales encaminadas a otorgar a los difuntos la paz necesaria y mantenerlos apartados del lugar de los vivos. Esto, obviamente, a nivel de estado y de sociedad. De forma privada la postura del individuo frente a la muerte podía variar. Puede afirmarse que la creencia popular daba crédito a la existencia de los espíritus de los difuntos. Precisamente los rituales relacionados con las festividades que tienen que ver con la muerte, como las Lemuria, van encaminados a «alimentar y saciar» a los espíritus para, así, alejarlos de sus casas y de sus vidas. No hay constancia, en cambio, de creencias en una vida más allá de la muerte, como mucho, el deseo de pervivir se observa en la esperanza de fundirse con los elementos de la naturaleza y, especialmente, con la madre Tierra, Tellus.


Así lo expresan algunos poetas:


Soles occidere et redire possunt: Nobis cum semel occidit brevis lux nox est perpetua una dormienda (Catulo)

Nos ubi decidimus, quo pater Aeneas quo Tullus dives et Ancus, pulvis et umbra sumus (Horacio)


Por otra parte, el entierro de los muertos era un deber sagrado. Negar sepultura a un cadáver equivalía a condenar al alma muerta a vagar sin descanso y, en consecuencia, a crear un peligro para los vivos, pues esas almas errantes eran maléficas. Así, todos los rituales, observados de forma escrupulosa, iban encaminados a honrar la memoria del difunto y evitar que su espíritu se ofendiese y, por tanto, pudiese actuar de forma inconveniente.


El ritual constaba de varias partes:

- En el momento de la muerte se depositaba al difunto en tierra, de la que su padre lo levantó al nacer, en donde su primogénito recoge su último aliento con un beso en la boca y le cierra los ojos (Oculos premere Virgilio Aeneis IX, 486-7) ordenando al esclavo más antiguo de la casa que apague el fuego del hogar familiar.

- Conclamatio: entre todos los seres queridos volvían a colocar al muerto sobre el lecho y se despedían de él llamándolo por su nombre varias veces (Servio ad AEN. VI 218; Lucan 2.21-3), asegurándose, así, de que realmente estaba muerto, y lo miraban a los ojos, en la creencia supersticiosa de que, de esta forma, se le otorgaba un día más de vida.


- Entre tanto, se había enviado un mensajero que avisara a los Libitinarii (los empleados de pompas fúnebres) Los esclavos, llamados pollinctores, lavan el cuerpo con agua caliente y los Libitinarii lo bañan con agua perfumada, le ponen ungüentos olorosos y lo visten (con la toga praetexta, si se trata de un cónsul) Después se le coloca al muerto una moneda en la boca para que pague a Caronte su travesía por la Estigia (Juvenal III 267) y se sacrifica un cerdo a Ceres y Telus.


- El muerto es expuesto con los pies hacia la puerta en el vestíbulo o en el atrio de la casa durante siete días, a lo largo de los cuales los clientes y amigos pasan a rendirle sus últimos honores. El lugar donde está expuesto el cadáver se adorna con flores y plantas y se quema incienso para mitigar el olor. Si el muerto tenía el ius imaginum, las máscaras de sus antepasados se exponían también junto al cuerpo. En la puerta de la casa un ramo de ciprés sirve de invitación a los amigos y de advertencia a los que, por motivos religiosos, no pueden entrar en una casa donde está expuesto un cadáver.

- El octavo día después de la muerte, el cadáver es sacado de la casa (efferebatur) y da comienzo la Pompa Funebris_ anunciada a toda la ciudad por un heraldo_, cuyo orden viene regulado por el Dominus Funeris (Cic. de Leg. II.24), persona designada para tal cometido. El cadáver es colocado en una camilla, llamada feretrum (Varrón, de Ling. Lat. V, 166) En el caso de ciudadanos pobres o esclavos, el feretrum era sustituido por la sandapila (Juv. VIII, 175) Son los Vespillones los encargados de llevar la sandapila: según Festus, recibían este nombre por el hecho de que los pobres y esclavos recibían sepultura de noche (vespertino tempore); mientras que el feretrum lo llevaban los parientes y amigos próximos al difunto.

- La Pompa Funebris la encabezan los músicos contratados, seguidos de las praeficae (plañideras). Dependiendo de la posición social y económica de la familia del difunto, podían ir detrás los bufones (histriones), de los cuales el llamado Archiminus representaba el carácter del difunto, imitando sus palabras y acciones. Venían después los esclavos a los que el muerto había manumitido tocados con el pileus (pileati); los actores con las máscaras de los antepasados iban delante del feretrum y, finalmente, detrás del cadáver iban todos los familiares vestidos de luto: los hijos con la cabeza cubierta y las hijas con la cabeza descubierta y el pelo suelto y desaliñado. Si el fallecido era de rango ilustre, el cortejo pasaba por el foro, deteniéndose primero en la Rostra para pronunciar el discurso fúnebre (laudatio; de Orat. II.84)

- El muerto podía ser quemado o inhumado. Según la práctica que se fuera a realizar, la comitiva se trasladaba fuera de los límites del pomerium, en caso de cremación, al mausoleo de la familia, en caso de inhumación, al columbario, si la familia era pobre…



Dado que las posibilidades eran varias, las expondremos y explicaremos en un próximo post.

2 comentaris:

Charo Marco ha dit...

Lluïsa, felicitacions per l´article.
M´ha agradat moltíssim.

Fins divendres

Besets

Lluïsa ha dit...

Gràcies, Charo, ets molt amable i benèvola.
Fins divendres