dimarts, 25 d’octubre del 2011

El sacrificio del caballo


Como puede leerse en el último post sobre los sacrificios en Grecia, de todos los animales susceptibles de ser sacrificados en los rituales religiosos el caballo era el menos habitual. Sin embargo, esto no puede extenderse al ámbito guerrero e incluso a otros.

Fuera del aspecto religioso, pues, es de sobra conocido el sacrificio de un caballo por parte de Tindáreo, y a instancias de Odiseo, sobre el que el rey de Esparta hizo jurar, a los pretendientes de Helena, lealtad al futuro marido. Es de todos conocido, también, que fue este juramento el que los obligó a acudir a la llamada de Agamenón para atacar Troya.

Pero, ¿por qué un asunto privado como el rapto de Helena se convirtió en uno panhelénico?

Francisco Javier González García, en su artículo Los pretendientes de Helena: juramentos, sacrificios y cofradías guerreras en el mundo griego antiguo (POLIS, Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 7, 1995, pp. 145-163), explica que la prueba de que este asunto era de carácter privado se encuentra en la misma Ilíada, en el canto III, cuando se da como posible solución al conflicto un combate singular entre Menelao y Paris, mientras que el que se plantea entre Paris y Agamenón debe explicarse desde las antiguas prácticas basadas en la solidaridad familiar como mecanismo de solución de conflictos bélicos. La resolución de los problemas mediante este sistema tiene como resultado el establecimiento de un tratado de amistad, φιλτης, entre ambas partes, circunscrito a las relaciones privadas entre clanes y que vincula a todos los miembros de ambos grupos familiares. Al mismo tiempo, dado que el tratado carece de fuerza fuera del ámbito doméstico, está relacionado con la idea de hospitalidad. Es aquí donde encontramos los motivos que originaron el que un hecho privado se convirtiera en asunto panhelénico. En efecto, el rapto de Helena supuso, además, la ruptura de uno de los principios fundamentales que rigen las relaciones entre extraños en la Grecia Antigua: la hospitalidad. Apolodoro, Biblioteca Mitológica, nos dice al respecto:

Paris zarpó rumbo a esparta. Se hospedó durante nueve días en casa de Menelao y al décimo éste se fue a Creta a tributar honores fúnebres a su abuelo materno Catreo; entretanto Alejandro logró convencer a Helena para que se fuera con él; abandonó ella a Hermíone, de nueve años de edad y, habiendo embarcado las mayores riquezas posibles, se hizo a la mar con él por la noche.

También Higino, Fáb. 92.5:

Alejandro, con la ayuda de Venus, se llevó a Helena del palacio de su huésped, el lacedemonio Menelao.

Pero, más aún, con sus actos Paris faltó también a Zeus Xenios, protector de los huéspedes, y esta falta es uno de los mayores delitos en que podía incurrir un griego de época homérica. Menelao, pues, ha sido víctima de una doble afrenta, por lo que, fuera de toda relación de parentesco con Paris y a falta de las relaciones de amistad que otorga la hospitalidad, solo quedaba recurrir a la guerra. En virtud, pues, de la φιλτης, el rey de Micenas acude en ayuda de su hermano y convoca a los antiguos pretendientes de Helena recordándoles el juramento prestado sobre los trozos de un caballo sacrificado.

Este juramento ata de forma ineludible a todos los antiguos pretendientes con Menelao. ¿Por qué?

Tanto Apolodoro (Bibl. III, 10.8), como Hesíodo (Frags. 196-204) e Higino (Fábs. 78 y 81) narran la competición que tuvo lugar entre los pretendientes. No fue una competición al uso: un concurso gimnástico o de demostración de habilidades físicas o de fuerza, como en el caso de Atalanta o Hipodamía; la competición fue de otro tipo, fue una demostración de riqueza y, por tanto, de prestigio. Ganó, según Hesíodo, el que más dio. Con todo, no deja de enmarcarse en la tipología de unión matrimonial en la que el padre de la novia busca realzar su prestigio por medio de la competición entre los pretendientes y, a la vez, establecer alianzas de amistad con ellos mientras se hospedan en su casa. La ofrenda de riquezas no realza solo el prestigio del pretendiente, sino también el del padre de la pretendida. Este procedimiento fue, además, el normal en los matrimonios aristocráticos de época homérica. Hesíodo, al inicio del frag. 204, dice:

De los pretendientes el que más dones daba después del rubio Menelao.

O el fragmento 198, 1 y ss.:

Desde Ítaca la pretendía la sagrada fuerza de Odiseo, hijo de Laertes, conocedor de ardides muy sonoros. Jamás envió regalos por la muchacha de finos tobillos, pues sabía en su ánimo que vencería el rubio Menelao, pues en riquezas era el más poderoso de los aqueos.

Con esta exhibición de riqueza queda de manifiesto, también, el poder e influencia de la familia a la que pertenece el pretendiente y deja entrever cuán interesante sería para el padre de la pretendida entablar, por medio del matrimonio, una alianza con la familia del pretendiente.

Por medio del juramento, Tindáreo buscaba evitar los conflictos que pudieran surgir entre los pretendientes a causa de la elección y, además, como nos cuenta Higino, Fáb. 78.2, temía a Agamenón:

Tindáreo, temiendo que Agamenón repudiara a su hija Clitemnestra y previendo que podría surgir alguna rencilla de este asunto, aconsejado por Ulises, obligó a los pretendientes a hacer un juramento.

Así, el contenido del juramento consistía en un compromiso de ayuda, por parte de todos los pretendientes, al esposo de Helena, en caso de que ésta fuese raptada (al respecto, recordemos que ya había sido raptada con anterioridad por Teseo)

En Pausanias, Descripción de Grecia, 3, 20.9, se puede leer:

Más adelante está la llamada tumba del caballo, porque allí sacrificó Tíndaro un caballo e hizo a los pretendientes de Helena jurar sobre los trozos del animal defender a Helena y al que fuese merecedor de casarse con ella de los que les hicieran injusticia, y, una vez hecho el juramento, enterró allí el caballo.

El juramento es el mecanismo por medio del cual se establecen las alianzas entre los antiguos griegos. Así, lo que consigue Tindáreo es una gran alianza que vincula a cada pretendiente con Menelao y, a través de él, con Agamenón, auténtico jefe de los Atridas. El juramento es un acto de garantía y respetarlo es sagrado. La misma fórmula, ρκον μνυμαι, donde ρκον designa a un poder maléfico que actuará en caso de incumplimiento para castigar al perjuro, deja entrever el carácter inviolable de este tipo de alianzas. El hecho de que se llevase a cabo sobre los restos de un animal sacrificado y después despedazado es un fenómeno extendido también en otras culturas antiguas y primitivas. Lo que llama la atención, sin embargo, es que el animal fuese un caballo.

Si tenemos en cuenta que para los griegos el caballo era un objeto de valor, que entraba dentro de la categoría de bienes preciosos (γλματα) y que constituía un signo de nobleza y de riqueza, entenderemos que Tindáreo realizó un acto de dispendio al sacrificar un caballo. Así reforzó su prestigio social y dio muestra de su nobleza y riqueza malgastando un bien preciado. En efecto, el modo en que fue sacrificado el caballo se encuadra dentro del sacrificio de tipo ctónico, en el que la carne del animal no se consume, se quema y se destruye y, según vimos en el texto de Pausanias, la carne despedazada de este animal se eliminó sin que se consumiera después de prestado el juramento, dado que Tindáreo ordenó enterrar los pedazos.

Este gasto suntuario, además, no realza solo el prestigio de Tindáreo, sino también el del marido de su hija e, indirectamente, el del hermano de éste, Agamenón, que es quien realmente ve reforzado su poder por medio del juramento de lealtad de los pretendientes y del gasto realizado por Tindáreo.

Finalmente, el significado último de este juramento en beneficio de los Atridas es el de una alianza guerrera a gran escala que agrupa las diferentes alianzas que dependen de cada uno de los héroes que pretenden la mano de Helena y que se encuentran formadas por todos los individuos que han prometido fidelidad a cada uno de los jefes de su comunidad. Un ritual, por medio del cual, el resto de héroes griegos reconoce la superioridad de los miembros de la casa de Atreo como reyes. Por tanto, es también un ritual de reforzamiento y consolidación del poder real al estilo de otros rituales indoeuropeos, como el indio Ashvamedha y el ritual romano que tradicionalmente se asimila con él, el October Equos.


2 comentaris:

Apiciu ha dit...

Muy interesante todo lo que dice sobre el sacrificio del caballo.
Una cosa nueva que he aprendido, ya que no pensaba que el caballo entraba dentro de los rituales, aunque por lo que leo en su escrito era una cosa puntual y no un rito usual.
Gracias por el post.

Lluïsa ha dit...

Gracias a usted por su comentario.
Un saludo