Leemos en Persio Sátiras 2, 30-32: Mira como una abuela o una tía materna llena de supersticiones levanta de su cuna a un niño y con el dedo infame y saliva lustral empieza por purificarle la frente y los húmedos labios, pues es experta en conjuros contra el aojamiento
La importancia de la saliva como protectora lo vemos en Plinio Naturalis Historia, 28, 35 quien nos indica que para evitar el contagio de los epilépticos, se les escupe, al igual que se hace con los aojadores y los cojos del pie derecho.
También para vencer a las serpientes y escolopendras:
38. Marción de Esmirna, que ha escrito sobre los efectos de las sustancias simples, dice que las escolopendras marinas revientan con el esputo, también las ranas de zarzal y otras; Ofilio lo dice de las serpientes, si se escupe en su boca; Salpe que el adormecimiento de cualquier miembro se mitiga, si se escupe sobre el pliegue de la toga o si se toca el párpado superior con saliva.
Y poco después Plinio N.H. 28, 39, mencionando al dios Fascino, comenta que se escupe a los bebés en determinadas circunstancias:
39 ¿Debemos creer que es correcto que se haga a la llegada de un extraño o que, si mira a un bebé dormido, la nodriza escupa sobre él tres veces? Aunque a éstos los cuida Fascino, protector también de los generales, no sólo de los niños, divinidad cuyo culto entre los ritos religiosos romanos es atendido por las Vestales (...)
Parece por lo tanto que cabe distinguir dos posibles situaciones.
- cuando el objeto que debe ser protegido es un agente activo, es decir una persona adulta.
- y cuando es un agente pasivo, es decir un niño que, por su inmadurez, no puede actuar de forma activa ante un peligro de aojamiento potencial, de modo que es necesaria la intervención de otra persona, que siempre es una mujer.
Se pueden encontrar casos en los que el agente pasivo es un adulto y no un niño, cuando se recurre a las artes mágicas de una hechicera desconociendo el proceso del ritual mágico. Como en una escena de la cena de Trimalción 131 de Petronio, que cuenta lo siguiente
La vieja saco de su seno una red tejida con hilos de varios colores y me la echo al cuello. Luego amaso con saliva un poco de polvo y, colocando la pasta en su dedo cordial, me marco la frente a pesar de mi repugnancia.
También es interesante notar que los autores presentan a una mujer como intermediaria pero con cierta actitud de desprecio. Así , Persio, la presenta como, metuens diuum, “temerosa de los dioses”. Plinio, por su parte, se pregunta si es correcta la costumbre de las nodrizas pues ya existe el dios Fascino que se encarga de proteger frente al mal de ojo.
La razón para este tono de descrédito podemos verla en la poca importancia que tenía la mujer en el culto oficial, de manera que se el hecho de que realizaran alguna ceremonia era mal considerado.
La primera referencia que tenemos en la literatura latina sobre el uso apotropaico de la saliva es en Tibulo, II, 56, cuando el poeta confiesa a su amada que ha recurrido a los encantos de una bruja para proteger el amor de la pareja y que pueda perdurar sin que el marido sospeche nada.
Ella hizo para mí estos ensalmos, con los que tú puedes mentir
Recítalos tres veces, y tres veces cantados, escupe.
Aquí los esputos tienen la función de acentuar el poder del encantamiento. la saliva escupida actúa también como apótrope.
Poco después en la misma composición (1, 2, 95-96) Tibulo para animar a su amada a que aproveche el momento utiliza la descripción del ridiculus senex, un anciano enamorado, al que todo el mundo toma por chiflado y es objeto de burlas
A él los niños, a él una turba de jóvenes lo rodea con chanzas,
y cada uno le escupe su vestido ondulante
Los chavales escupen al viejo “para sí mismos”, para evitar ser contagiados por su locura.
De la costumbre superticiosa de escupir como un gesto apotropaico para conjurar la mala suerte o el embrujamiento sobre todo cuando la acción se hace tres veces en dirección al regazo o al pliegue del vestido, la encontramos en la literatura griega. Teofrasto (371-287 a. C.) en su obra Caracteres XVI,14 al hablar del supersticioso nos lo dice
La vista de un loco o de un epiléptico le produce estremecimientos y, en consecuencia, escupe en el pliegue de su ropaje
Del mismo modo el poeta griego Teocrito (324/321 a.C.–259 a.C. aprox.) en el Idilio, 6, .v. 39-41 dice que Polifemo ante la belleza de su propio rostro reflejado en el agua recurre a actos propios de la superstición
Para no quedar fascinado, por tres veces escupí en mi seno, pues eso me enseñó la vieja Cotítaris
De nuevo en en el Idilio. VII,vv. 126-127, de Teócrito, Simíquidas, termina su canto con una exclamación desiderativa cargada de comicidad y crítica de la superstición, ya que pide una vida sin preocupaciones garantizada por el poder mágico de la saliva de una vieja
Lo nuestro sea el ocio, tengamos a una vieja que, escupiendo, aparte de nosotros lo no grato
Es habitual que los griegos escupan para alejar el mal. Cuando un griego escucha malas noticias, suelen escupir sobre sí mismos tres veces para protegerse de la posibilidad de que algo malo les suceda. No se trata de escupir de verdad, sino de reproducir el sonido.
Otro ejemplo es que alguien que felicite a un bebé, un niño o incluso un adulto por su belleza, también ha de escupir tres veces. (del blog_Grecia.com)
En la película Mi gran boda griega, observamos que esta costumbre sigue vigente. Fijaos en este vídeo en el que vemos cuando la novia entra en la iglesia y cómo es recibida por los invitados.
4 comentaris:
Un artículo muy curioso e interesante. Felicidades
Besos
Gracias Charo, esperemos que esta costumbre no se generalice!!
Muy instructivo su articulo.
Muchas religiones han recogido en sus ritos el ungir con óleos y líquidos a sus seguidores para purificarlos o sacarles los "demonios" (científicamente esquizofrenia).
¿Estos ritos de las religiones antiguamente se harían con saliva?
Gracias por deleitarme esta mañana con este articulo.
Saludos
Es muy interesante su observación, Apicius, gracias por compartirla. Saludos
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