diumenge, 31 de maig del 2009

Un reloj solar en la muñeca

Podemos pensar que poco tienen que ver nuestros actuales relojes con los antiguos relojes solares excepto la función básica de indicar la hora. Sin embargo hay una huella de los cuadrantes solares en ellos.

Los primeros relojes mecánicos que se hicieron en Europa alrededor del siglo XIV sólo tenían una saeta que señalaba la hora y ésta representaba el movimiento de la sombra del gnomon de un reloj solar horizontal o de disco. Así pues como el sol se mueve dirección este-sur-oeste, la sombra del gnomon, es decir la aguja, va en sentido inverso de oeste-norte-este. Cuando el sol llega a su posición más alta, al mediodía, también llegan a esa posición las agujas del reloj.

Ante la posible objeción de que el sol hace un recorrido diario, mientras que la aguja debe hacer dos, hay que saber que los primeros relojes tenían esferas de veinticuatro horas y se llamaban por eso “completos”, mientras que los relojes de doce horas, se llamaban medios y eran una simplificación de los primeros.


La ilustración es una miniatura de Horologium sapientiae (1450 de Henrich Seuse) en la que podemos ver uno de estos relojes completos, junto a siete instrumentos de medida del tiempo más del siglo XV: un astrolabio, un carrillón, y sobre la mesa, un cuadrante horizontal, un reloj de pastor, un equatorium, un reloj de anillo y uno de mesa abierto mostrando su interior.

Por lo tanto cada vez que miramos la hora, cuando hablamos de sentido horario, o de sentido antihorario, estamos mirando y pensando en la sombra del gnomon del reloj solar que llevamos en la muñeca.





diumenge, 24 de maig del 2009

Ritos de paso: La muerte. Roma I

La muerte es el rito de paso por excelencia, el que más llena de incertidumbre al hombre, en la medida en que éste desconoce el resultado de la transformación que supone. La muerte ha sido y es un misterio difícil de asimilar frente al cual las reacciones del ser humano son tan variadas como imprevisibles (Vida religiosa en la antigua Roma, Xavier Espluga; Mónica Miró i Vinaixa. Ed. UOC, pág. 80)

En efecto, tal y como dicen los autores del libro Vida religiosa en la antigua Roma, la muerte es el rito de paso por excelencia y es también el último. Pero, como ellos siguen apuntando, la pragmática religión romana no se planteaba el tema de la muerte como una pregunta metafísica a la que hubiese que encontrar respuesta, sino que se limitaba a prescribir una serie de prácticas rituales encaminadas a otorgar a los difuntos la paz necesaria y mantenerlos apartados del lugar de los vivos. Esto, obviamente, a nivel de estado y de sociedad. De forma privada la postura del individuo frente a la muerte podía variar. Puede afirmarse que la creencia popular daba crédito a la existencia de los espíritus de los difuntos. Precisamente los rituales relacionados con las festividades que tienen que ver con la muerte, como las Lemuria, van encaminados a «alimentar y saciar» a los espíritus para, así, alejarlos de sus casas y de sus vidas. No hay constancia, en cambio, de creencias en una vida más allá de la muerte, como mucho, el deseo de pervivir se observa en la esperanza de fundirse con los elementos de la naturaleza y, especialmente, con la madre Tierra, Tellus.


Así lo expresan algunos poetas:


Soles occidere et redire possunt: Nobis cum semel occidit brevis lux nox est perpetua una dormienda (Catulo)

Nos ubi decidimus, quo pater Aeneas quo Tullus dives et Ancus, pulvis et umbra sumus (Horacio)


Por otra parte, el entierro de los muertos era un deber sagrado. Negar sepultura a un cadáver equivalía a condenar al alma muerta a vagar sin descanso y, en consecuencia, a crear un peligro para los vivos, pues esas almas errantes eran maléficas. Así, todos los rituales, observados de forma escrupulosa, iban encaminados a honrar la memoria del difunto y evitar que su espíritu se ofendiese y, por tanto, pudiese actuar de forma inconveniente.


El ritual constaba de varias partes:

- En el momento de la muerte se depositaba al difunto en tierra, de la que su padre lo levantó al nacer, en donde su primogénito recoge su último aliento con un beso en la boca y le cierra los ojos (Oculos premere Virgilio Aeneis IX, 486-7) ordenando al esclavo más antiguo de la casa que apague el fuego del hogar familiar.

- Conclamatio: entre todos los seres queridos volvían a colocar al muerto sobre el lecho y se despedían de él llamándolo por su nombre varias veces (Servio ad AEN. VI 218; Lucan 2.21-3), asegurándose, así, de que realmente estaba muerto, y lo miraban a los ojos, en la creencia supersticiosa de que, de esta forma, se le otorgaba un día más de vida.


- Entre tanto, se había enviado un mensajero que avisara a los Libitinarii (los empleados de pompas fúnebres) Los esclavos, llamados pollinctores, lavan el cuerpo con agua caliente y los Libitinarii lo bañan con agua perfumada, le ponen ungüentos olorosos y lo visten (con la toga praetexta, si se trata de un cónsul) Después se le coloca al muerto una moneda en la boca para que pague a Caronte su travesía por la Estigia (Juvenal III 267) y se sacrifica un cerdo a Ceres y Telus.


- El muerto es expuesto con los pies hacia la puerta en el vestíbulo o en el atrio de la casa durante siete días, a lo largo de los cuales los clientes y amigos pasan a rendirle sus últimos honores. El lugar donde está expuesto el cadáver se adorna con flores y plantas y se quema incienso para mitigar el olor. Si el muerto tenía el ius imaginum, las máscaras de sus antepasados se exponían también junto al cuerpo. En la puerta de la casa un ramo de ciprés sirve de invitación a los amigos y de advertencia a los que, por motivos religiosos, no pueden entrar en una casa donde está expuesto un cadáver.

- El octavo día después de la muerte, el cadáver es sacado de la casa (efferebatur) y da comienzo la Pompa Funebris_ anunciada a toda la ciudad por un heraldo_, cuyo orden viene regulado por el Dominus Funeris (Cic. de Leg. II.24), persona designada para tal cometido. El cadáver es colocado en una camilla, llamada feretrum (Varrón, de Ling. Lat. V, 166) En el caso de ciudadanos pobres o esclavos, el feretrum era sustituido por la sandapila (Juv. VIII, 175) Son los Vespillones los encargados de llevar la sandapila: según Festus, recibían este nombre por el hecho de que los pobres y esclavos recibían sepultura de noche (vespertino tempore); mientras que el feretrum lo llevaban los parientes y amigos próximos al difunto.

- La Pompa Funebris la encabezan los músicos contratados, seguidos de las praeficae (plañideras). Dependiendo de la posición social y económica de la familia del difunto, podían ir detrás los bufones (histriones), de los cuales el llamado Archiminus representaba el carácter del difunto, imitando sus palabras y acciones. Venían después los esclavos a los que el muerto había manumitido tocados con el pileus (pileati); los actores con las máscaras de los antepasados iban delante del feretrum y, finalmente, detrás del cadáver iban todos los familiares vestidos de luto: los hijos con la cabeza cubierta y las hijas con la cabeza descubierta y el pelo suelto y desaliñado. Si el fallecido era de rango ilustre, el cortejo pasaba por el foro, deteniéndose primero en la Rostra para pronunciar el discurso fúnebre (laudatio; de Orat. II.84)

- El muerto podía ser quemado o inhumado. Según la práctica que se fuera a realizar, la comitiva se trasladaba fuera de los límites del pomerium, en caso de cremación, al mausoleo de la familia, en caso de inhumación, al columbario, si la familia era pobre…



Dado que las posibilidades eran varias, las expondremos y explicaremos en un próximo post.

diumenge, 17 de maig del 2009

Orden de los días de la semana

Los nombres de los días de la semana fueron establecidos por los egipcios según sabemos por varios testimonios, por ejemplo:

  • En Historias Herodoto (siglo V a C.) leemos :

Los egipcios además de otras invenciones enseñaron varios puntos de astrología; qué mes, qué día, por ejemplo, sea apropiado a cada uno de los dioses

  • En el mismo sentido en el siglo II el historiador Dio Cassius en su Historia Romana dice
la dedicación de los días a las siete estrellas que son llamadas planetas fue establecida por los egipcios, y su difusión entre todos los hombres es de no mucho tiempo.

Sabemos que los nombres de los días de la semana se deben a los nombres de los planetas, pero no se corresponden con el orden que conocemos de ellos, ya que desde niños aprendemos Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Evidentemente es porque se creía que estaban ordenados de otro modo, pero ¿cómo?.

Según Cicerón De Re Publica, VI, 16-17, 4,el universo estaba organizado así:

Todo el Universo puedes ver encerrado en nueve órbitas, o mejor esferas, de las cuales hay una exterior celeste que encierra a todas las demás, como el dios supremo que gobierna y contiene a los otros, y en las que están fijadas aquellas órbitas sempiternas que recorren las estrellas. A esta órbita se supeditan las otras siete que giran al revés, en sentido contrario al celestial. De ellos hay uno que ocupa aquella estrella que en la Tierra llaman Saturno. Viene luego el astro fulgurante, propicio al género humano y saludable, que se llama Júpiter. Luego aquel enrojecido terrible, que llamáis Marte. Más abajo, el Sol ocupa como la zona central, a modo de jefe principaly moderador de las demás luminarias, mente y armonía del mundo, y de tal magnitud que ilumina todo con su luz. Le siguen como acompañantes la órbita de Venus y la de Mercurio, y más abajo de todos gira la Luna encendida por los rayos del Sol. Debajo de ella ya no queda nada que no sea mortal o caduco, a excepción de las almas dadas al género humano como don divino. Por encima de la Luna todo es eterno. Y la Tierra, que está en medio en noveno lugar, no se mueve y es la menor; hacia ella tienden todos los cuerpos por su propio peso.

La secuencia de los planetas es: Saturno-Júpiter-Marte-Sol-Venus-Mercurio- Luna, que tampoco se corresponde con los nombres de los dias de la semana. De nuevo Dion Cassio nos lo explica:

Habiendo comenzado a contar las horas del día y de la noche desde la primera hora, y esa hora siendo adjudicada a Saturno, y la siguiente a Júpiter, y la tercera a Marte, y la cuarta al Sol, y la quinta a Venus, y la sexta a Mercurio, y la séptima a la Luna, de acuerdo con el orden de las órbitas, tal como los egipcios están acostumbrados a hacerlo, y continuando así, por turno, sucesivamente, para todas las 24 horas yendo alrededor, encontraréis que la primera hora del día siguiente corresponde al Sol. Y continuando la aplicación de este procedimiento a lo largo de esas 24 horas, en la misma manera como con las otras, avanzando, encontraréis que la primera hora del tercer día a la Luna. Y si deseáis seguir de este modo a través del resto, el dios que llega a cada día es, precisamente, el mismo que debe recibir.

Así, "el dios que llega a cada día" es, sucesivamente: Saturno, Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus.


Por eso la septimana romana que encontramos en nuestros parapegmata tiene ese orden: Saturni dies, Solis dies, Lunae dies, Martis dies, Mercurii dies, Iovis dies, Veneris dies.


La representación de los siete dias de la semana es habitual en mosaicos (como el del Bardo en Túnez), frescos (en Pompeya), pero recojo aquí esta estatuilla de la diosa Tutela-Tyche, del siglo I dC, que me ha parecido más original.

Esta figurilla adornada muestra a Tutela, una divinidad popular en la Galia meridional. Sobre una base acanalada la diosa sostiene una patera (plato de la libación) en su mano derecha y en su izquierda un cornucopia doble, con los rostros de Diana y de Apolo. En su cabeza lleva una corona con forma de murallas, simbolizando su protección de una ciudad particular, quizás Massilia (Marsella). Sus alas largas llevan bustos de Castor y Pólux, y sostienen un soporte en el que están los siete bustos de los dioses de los días de la semana. Después de Saturno, vienen Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus. Son de color dorado la patera, las alas y el traje de la diosa y la ropa y los ornamentos de los bustos.

Fue descubierta en 1764, durante la construcción de un hospital en Mâcon en Francia y se encuentra en el Museo Británico.


*Ilustración de Macrobius, Commentarii in Somnium Scipionis. Folio 25 recto, de aquí: http://base.kb.dk/manus_pub/cv/manus/ManusIntro.xsql?nnoc=manus_pub&p_ManusId=33&p_Lang=alt

**Imágenes de los parapegmata del taller Tempore Capto


diumenge, 10 de maig del 2009

Las Nundinas hoy

Ovidio en Fasti I, 54 al hablarnos de los días nos dice

existen así mismo aquellos que se repiten regularmente después de un ciclo de ocho días

Estos períodos de ocho días se señalaban en los calendarios con las letras, A, B, C, D, E, F, G y H, en los que la letra A era el día de mercado o nundinae, el noveno día que cerraba un ciclo y empezaba el siguiente. Etimológicamente está formada por las palabras novem nueve y dies días, ya que no debemos olvidar que los romanos contaban tanto el día de inicio como el de llegada, por lo que son nueve días.

El primer texto en el que se menciona el vocablo nundinae es un texto de la ley de las XXII Tablas recogido por Aulo Gelio Noches Áticas XX, 49

Et quidem verba ipsa legis dicam, ne existimes invidiam me istam forte formidare: "Tertiis" inquit "nundinis partis secanto. Si plus minusve secuerunt, se fraude esto.

Establecidas para que los campesinos pudieran ir a la ciudad estaban marcadas por el cese de los trabajos agrícolas y el desarrollo de otras actividades:

-especialmente la actividad comercial de los mercados. El Velabrum era el mercado general en el que se hallaban grandes cantidades de aceite, de vino, de queso, de alimentos, pero además había otros mercados específicos como el Forum Boarium, mercado de las carnes de matadero, el Forum Holitorium, el mercado de las hierbas, o el Forum Cuppedinis, el de las golosinas

-pero también era el día de vacaciones de los escolares, y que los mayores dedicaban a ir a los baños, así nos lo transmite Séneca en la Epístola LXXXVI, 12

Se lavaban todos los días los brazos y las piernas, por aseo necesario después del trabajo; pero sólo cada nueve días tomaban un baño completo.

A celebrar reuniones de amigos y familiares con comidas más lujosas que de costumbre. Sabemos que la ley Fannia establecia que los días de mercado se podía recibir en casa hasta a cinco invitados, mientras que el resto de los días el máximo era de tres. Además gracias a Plauto (Aulularia 282) conocemos la existencia del coquus nundinalis, cocinero especial para los días de mercado,

-En el aspecto religioso, la flamínica Dialis, esposa del flamen Dialis, sacrificaba en honor a Júpiter un carnero en la Regia.

Había ciertas supersiticiones en torno a estos días considerados como dies atri, por ejemplo Augusto no viajaba nunca al dia siguiente y era habitual para las mujeres cortarse las uñas en las nundinas, en silencio y comenzando por el dedo índice.(Plinio Hist. nat. XXVIII, 2, 5).

Pervivencia de las nundinas hoy

Como hemos dicho antes se trata de ciclos de ocho días que reciben el nombre de nundinae, noveno día, por el cómputo inclusivo romano, en el que se cuenta el día en que estás y al que llegas.

A

B

C

D

E

F

G

H

A

1

2

3

4

5

6

7

8
9/1

No debe causarnos extrañeza puesto que aún hoy lo usamos, porque... ¿quién no ha dicho alguna vez ....“nos vemos en ocho días”?.

Con esta expresión queremos indicar que si hoy es lunes, nos veremos de nuevo el próximo lunes, es decir, dentro de una semana ¿no?, pero las semanas tienen siete días...

Lun.

Mart.

Miér.

Juev.

Vier.

Sáb.

Dom.

Lun.

1

2

3

4

5

6

7

8


Aún hay más, porque de la misma forma también hablamos de "en quince días nos vemos". Si la semana es de siete días, no sería lo correcto decir en catorce días? y si teniendo en cuenta lo anterior, nos basamos en ciclos de ocho días...¿no deberíamos decir en dieciséis?, pues está claro que no, seguimos usando el cómputo a la romana, contabilizando tanto el día de inicio como el de llegada.


Lun.

Mart.

Miér.

Juev.

Vier.

Sáb.

Dom.

1

2

3

4

5

6

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8

9

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Bueno pues está claro,

nos vemos en ocho días o en las próximas nundinas!


dilluns, 4 de maig del 2009

Los Misterios de Eleusis

Dionicles Eumólpida de Escambónide

Como todos los días, Dionicles se levanta al amanecer, pero hoy tiene prisa porque está citado a mediodía con uno de los magistrados de la ciudad, el Arconte Basileus, y todavía tiene que hacer otras gestiones. Así, le pide a su esclavo el quitón y las sandalias y le ordena, mientras él se lava, servir el desayuno en el andrón. El desayuno (acratismós) es ligero: un poco de pan con vino, leche de cabra y unos higos secos. Después de desayunar, se coloca el himatión, por la mañana ya refresca, y se dirige al ágora, no sin haber avisado primero de que no regresará a casa hasta la hora de cenar. Dionicles pertenece a una de las familias más importantes e influyentes de Atenas, los Eumólpidas, y vive en uno de los mejores demos de la ciudad, el de Escambónide. Hace siete días, en la Asamblea, fue elegido, por votación a mano alzada, hierofante para los próximos Misterios de Eleusis, pasando por encima de otros miembros de su genos, todo un honor, pero desde entonces no ha tenido un momento libre para pasear por el ágora y la stoa y mantener largas charlas con sus conocidos. Ahora se dirige al ágora para encontrarse con el que fue elegido daduchos, portador de las antorchas sagradas, y con los Heraldos, miembros de la genos de los Cérices. Después de su reunión con ellos, se dirige al barbero, quiere estar presentable delante del Arconte. Cuando llega al Metroon, el templo de la Diosa Madre que hace las veces de archivo municipal, el Arconte ya está esperándolo para repasar con él el recorrido de la procesión a Eleusis y aclarar qué personas podrán ser iniciadas en los misterios y quiénes no, ya que los aspirantes deben estar limpios de cualquier tipo de delito. Es tarde cuando abandona el Metroon, la lista de aspirantes era larga, de manera que compra una maza y un poco de queso en una de las paradas del ágora y come por la calle de camino a los baños públicos. En los baños se ha encontrado con mucha gente conocida que lo ha felicitado por su reciente elección como hierofante y se ha podido relajar tomando masajes, haciendo un poco de ejercicio, bañándose y charlando con unos y con otros. Ahora, de camino a casa, se pregunta si su mujer habrá empezado ya su túnica púrpura para la celebración de los Misterios.


Misterios de Eleusis


La ciudad de Eleusis, al oeste de Atenas, era un centro cultual testimoniado ya en época micénica. Allí tenían lugar los Misterios Mayores en honor de Deméter, Core y Hades que se celebraban durante once días, del 15 al 24 del mes de Boedromión (septiembre-octubre)

El oficiante del culto, el Hierofante, era escogido siempre de la familia de los descendientes de Eumolpo (los Eumólpidas eran los verdaderos propietarios del culto _que pasó de familiar a ser de la ciudad para más tarde convertirse en regional y ser, finalmente, un culto nacional a través de Atenas_ y la familia de sacerdotes más importante de Eleusis) Llevaba como insignias de su rango una capa larga de púrpura con bordados de oro y una corona o cinta en la cabeza, llamada strófion. Presidía los Misterios y tenía un lugar de honor en todas las fiestas. Lo auxiliaban un Daduchos («portador de antorchas»), que es uno de los sacerdotes principales, y los Heraldos, otros de los protagonistas importantes en el rito, elegidos, estos últimos, entre los miembros de la familia de los Cérices (descendientes de Keryx), y varios ministros de categoría secundaria.

El desarrollo de la fiesta era el siguiente:


-. Día 13: Como preparación de los Misterios, se llevaba a cabo una procesión de Eleusis a Atenas. Se sacaban las imágenes en procesión, se reunían los que querían iniciarse y el hierofante excluía a los que no podían hacerlo por no estar libres de delito.

-. Día 14: Los efebos llevaban los objetos sagrados al Eleusinion de la ciudad de Atenas.

-. Día 15: agyrmós (reunión). Primer día de los rituales, en los días anteriores sólo se hacían los preliminares. Los mystai (los que iban a ser iniciados) se reunían en Atenas. Se hacía la proclamación (prorresis) y, al grito de «aquí las víctimas», se sacrificaba el cerdo que cada mysta llevaba para que el animal muriese por él (el cerdo está consagrado a Deméter). Después al iniciado se le hacía sentarse sobre una piel de carnero (thrónosis) y, en silencio, era velado y purificado por medio del aire (haciéndole aire) y del fuego (acercándole una antorcha) y se le pasaba por encima de la cabeza la cesta mística (líkne)

-. Día 16: Se gritaba «al mar, mystai» y los iniciados se bañaban con los cerdos muertos.

-. Día 17: Epidaurias. Introducidas el 420 aC., conmemoraban la llegada de Asclepio a los misterios. Se reservaban para quien había llegado tarde. Había una procesión con un sacrificio y una pannychís (una procesión nocturna) en honor a Asclepio.

-. Desconocemos cuándo los iniciados ayunaban y bebían el kykeón, bebida hecha con agua, harina y poleo, símbolo de la vida civilizada introducida por Deméter a través del cultivo y el consumo del cereal. El día 18 se descansaba.

-. Día 19: Procesión de Atenas a Eleusis llevando los objetos sagrados. El recorrido se hacía por el Camino Sagrado (saliendo por la puerta sagrada) hasta Eleusis, donde se llegaba a la caída de la noche.

-. Día 20: Escolta de Iaco. Los iniciados partían, guiados por el dios Iaco (posiblemente un epíteto de Dioniso) que era llevado por un sacerdote. Se rememoraba, así, las penalidades de Deméter buscando a Core. Cerca ya de Eleusis, cruzaban el puente sobre el río Cefiso (gefyrismos: «paso del puente») donde los peregrinos eran objeto de burlas e insultos por parte de la gente que se reunía junto al puente con este propósito. Después de este ritual, encaminado a alejar los malos espíritus, se llegaba al santuario donde Iaco era acogido con gran aclamación y los iniciados bailaban en la plaza Caliroco («de las bellas danzas») en honor de Deméter y Core.

-. Día 21: Tenían lugar los ritos secretos (parte de los Misterios que pertenece al campo de la hipótesis y de la conjetura) De noche, los iniciados entraban en el santuario, donde tenían una serie de experiencias místicas: «veían» a la diosa sentada en la «Roca sin Alegría» (agelastos), escuchaban sus lamentaciones… Al llegar al telesterion, sala del santuario donde debía producirse la epifanía de las dos diosas, depositaban los cerdos en los mégara (subterráneos). Después salían en peregrinación buscando a Core. Con la cabeza cubierta para que no viera nada, cada mysta era guiado por un mystagogos mientras el hierofante golpeaba un gong llamando a Core. Su regreso no podía ser visto por los iniciados: «aparecía» delante de su madre, se abrazaban y se dirigían al telesterion. Allí, los epoptai (iniciados de segundo grado: «los que ya han visto») entreveían a madre e hija, entraban y aparecía el hierofante respaldado por la luz de centenares de antorchas. Los iniciados, con la cabeza ya descubierta, entraban. Las diosas serían visibles a los iniciados, aunque por poco tiempo. Abandonaban la sala los mystai y, entonces, los epoptai recibían una visión especial: la espiga, símbolo del don de Deméter, de la cultura y de la civilización.

-. Día 22: Había un sacrificio de bueyes y cerdos a Deméter y Core.

-. Día 23: Los iniciados volvían a Atenas.

-. Día 24: El día después de los Misterios, se celebraba en Atenas la reunión de la Boulé en el Eleusinion.


Bibliografía:

- La religión griega, José García López. Ed. Istmo, Col. Fundamentos

- Las ranas, Aristófanes

- Les mystères d’Eleusis, P. Foucart