Son muchas las hipótesis acerca de quién o cuándo se inventó el reloj de arena, podemos leer que fue un monje de Chartres, o Aristóteles, o Vitruvio,..Hay quienes justifican que es conocido desde la antigüedad, sin embargo si buscamos pruebas documentales escritas o gráficas, constatamos que ni en la literatura de la antigüedad ni en los textos de los primeros cristianos hay ninguna mención al reloj de arena.
Los primeros documentos escritos son del siglo XIV
La primera prueba escrita es una factura de doce glass horloges, pro xii. orlogiis vitreis y otros cuatro del mismo tipo, de eadem secta, comprados en 1345 en el puerto flamenco de Lescluse (hoy Sluis) por Thomas de Stetesham del barco inglés La George. Tal como podemos ver en el libro de Nicholas Harris (1847). A history of the Royal navy, from the earliest times to the wars of the French revolution, vol. II. London: Richard Bentley, 476.
Además de la importancia del documento por el dato cronológico que nos ofrece es indicativo también del empleo de estos instrumentos en la navegación marítima.
El segundo documento es del año 1393 aproximadamente, cuando un ciudadano de Paris escribió un libro sobre asuntos domésticos que la Sociedad de Bibliófilos de Francia dió a la imprenta en 1846. En este libro llamado Le Ménagier de Paris se recogen los deberes de la mujer casada para con su esposo, y también recetas caseras, entre ellas, las instrucciones para preparar la arena del reloj:
“Tómense serraduras de mármol negro, cuézanse bien nueve veces en vino, espúmense nueve veces y séquense al sol nueve veces”
Los primeros testimonios gráficos los encontramos en el siglo XIV:
La primera representación pictórica la encontramos en el año 1338-1339, en el cuadro Alegoría del Buen Gobierno de Ambrogio Lorenzetti que se encuentra en el Palazzo Pubblico de Siena, en el que la Temperancia sujeta un reloj de arena.
Hasta la Edad Media alemana no aparecen en las artes plásticas representaciones indubitables del reloj de arena. Surgen de modo esporádico en el siglo XV y llegan a ser muy abundantes en los siglos XVI y XVII especialmente en los cementerios.
A veces se dice que se usaba en la época de San Jerónimo (331-420) porque es uno de los atributos del santo. Pero las representaciones de San Jerónimo en su cuarto de estudio que conocemos son grabados alemanes del siglo XVI. Como el grabado de Durero “San Jerónimo en su celda” que ilustra el artículo es de 1514.
Hasta la Edad Media alemana no aparecen en las artes plásticas representaciones indubitables del reloj de arena. Surgen de modo esporádico en el siglo XV y llegan a ser muy abundantes en los siglos XVI y XVII especialmente en los cementerios.
A veces se dice que se usaba en la época de San Jerónimo (331-420) porque es uno de los atributos del santo. Pero las representaciones de San Jerónimo en su cuarto de estudio que conocemos son grabados alemanes del siglo XVI. Como el grabado de Durero “San Jerónimo en su celda” que ilustra el artículo es de 1514.
Los lugares de uso de los relojes de arena eran los cuartos de estudio, la navegación y el púlpito, pero en la actualidad se usan con fines decorativos o para medir un tiempo muy corto, por ejemplo en los juegos de mesa son muy habituales o para medir el tiempo de la ducha como en la imagen
Al ser un instrumento con el que podemos ver el fluir constante del tiempo tiene un gran valor simbólico por lo que se usa en literatura y artes gráficas como representación del fugaz paso del tiempo y de la muerte.
Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.
Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.
La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.
No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.
Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.
La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.
No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.
Fragmento de Poema de El reloj de arena, de Jorge Luis Borges.
Grabado de Durero Melancolía, de 1514.
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